El fútbol es un juego con unas reglas básicas que han permanecido prácticamente inalteradas. Digo en gran medida porque de vez en cuando hay momentos decisivos. En 2022 se cumplió el trigésimo aniversario de la incorporación más significativa a las reglas del fútbol moderno: el pase hacia atrás.
Antes de 1992, los porteros no estaban obligados a utilizar los pies en el juego abierto. El único momento en el que su bota tenía que entrar en contacto con el balón era en un saque de puerta, que por aquel entonces era un ejercicio de potencia por encima de la técnica. Tras un Mundial de Italia 90 que definió el "antifútbol", y una selección danesa que ganó la Eurocopa de 1992 empleando una estrategia de "en caso de duda, pásala hacia atrás", los amantes del deporte rey se sintieron aliviados cuando la temporada 1992-93 arrancó con la nueva regla en vigor.
Muchos guardametas parecían ciervos ante los focos, ya que cogían el balón por costumbre o lo controlaban mal. Pero pronto las cosas cambiaron. Aquella generación de porteros se jubiló, y nació una nueva, mucho mejor formada en las disciplinas técnicas. A medida que el juego de posición se iba imponiendo en el fútbol, y la técnica se convertía no sólo en algo bueno, sino en algo imprescindible, el portero se convertía en un jugador de fútbol en el verdadero sentido de la palabra. Había nacido el "portero escoba".
La figura más representativa de esta generación creció a la sombra del VELTINS-Arena de Gelsenkirchen. Alemania no era conocida por sus porteros rápidos, pero Manuel Neuer, y poco después Marc-André ter Stegen, cambiaron totalmente el guión. El primero se ganó especialmente la reputación de jugar a menudo más cerca de la línea de medio campo que de su línea de gol, creando secuencias como ésta, pero también ocasionalmente como ésta.
Mientras las escapadas de Neuer por la línea de medio campo se sucedían en las pantallas de televisión de todo el mundo, un joven Gonzalo observaba. El chico se mudó a España desde Argentina a una edad temprana, lo bastante como para que no quede ni rastro de su acento argentino. Pasó por el Valencia y el Levante, donde aprendió a jugar tanto con los pies como con las manos. Tras un par de apariciones en el Málaga y una temporada cedido en el Badajoz, el año pasado aterrizó en Logroño, donde, pese al descenso del equipo, fue su jugador más destacado.
El Castellón lo convirtió en su primer fichaje del verano y, a pesar de algunos partidos titubeantes de pretemporada, en lo que va de campaña se ha mostrado intachable en el fútbol competitivo. Y dice mucho que, a pesar de parar todos los penaltis que ha afrontado en lo que va de temporada y de haber hecho ganar puntos al club él solito con sus reflejos, lo que posiblemente ha destacado aún más ha sido su papel como “escoba”.
"Por nuestro estilo de juego, a menudo estamos muy lejos de nuestra portería, así que a menudo tiene que defender el primer o el segundo pase, y eso es muy difícil. No tiene nada que ver con la defensa en el área; tiene que ver con el espacio que tiene delante", explicó Dick Schreuder, entrenador del Castellón.
"Su evolución ha sido muy buena. En las primeras cuatro o cinco semanas, le costaba. En los entrenamientos estaba acostumbrado a jugar en espacios reducidos, pero cuando llegó el partido, de repente había mucho espacio. Tuvo que acostumbrarse. Soportó muy bien la presión, tanto la mía como la de los aficionados".
La decisión de Gonzalo de jugar el balón más largo contra el Intercity antes fue una de las razones por las que el Castellón pudo imponerse. Contra el Alcoyano hace dos semanas, Dick le pidió que se adelantara y cubriera los balones por detrás, y realizó varios despejes claves para evitar que el rival dispusiera de ocasiones de peligro.
Como en muchos sistemas del fútbol actual, de Guardiola a Klopp, parece que tener un portero que pueda hacer esas cosas es un requisito imprescindible. De la misma manera que antaño era posible jugar en la NBA sin ser capaz de tirar desde lejos, hoy en día es imposible atarse los cordones sin ser capaz de chutar de tres. El portero moderno no sólo tiene que saber jugar en su área, sino también como último defensor. Y si no se ha crecido jugando así, se aprende.
El Castellón fichó al estadounidense Brian Schwake tras una etapa en Escocia y jugar en el fútbol universitario en DePaul. Con las exigencias del fútbol escocés, sin duda diferentes a las de un equipo de Schreuder de alto ritmo y ataque total, había que adaptarse rápidamente para luchar por un puesto en el primer equipo.
"Si te fijas en su evolución, junto con Carlos, el entrenador de porteros, es increíble. Ha evolucionado muy bien, por eso confié en él para el partido de Copa [contra el Cacereño]. En los entrenamientos demuestra su evolución y sus ganas de ser mejor jugador", comentó Schreuder.
Está claro que un jugador que aprende el rol de “escoba” desde pequeño tiene ventaja, pero Schreuder cree que es posible aprender, al menos "lo suficiente" para adaptarse a su sistema.
"Es el pack completo", prosigue Schreuder. "Tener un buen entrenador de porteros, otros entrenadores con ejercicios y, al final, empieza con la confianza de que se le permite cometer errores en los entrenamientos".
En el fútbol sala, cuando vas perdiendo a falta de pocos minutos, cambias al portero por un atacante y dejas tu propia portería desatendida. Puede que aún no hayamos llegado a ese punto en el césped, pero está claro que los porteros participan más que nunca tanto en el juego ofensivo como en el defensivo. El papel de escoba ha cambiado de posición. Fuera Beckenbauer, Blason y Scirea, y dentro Neuer, Ederson y Crettaz. Por si quedaba alguna duda, el deporte rey se juega con once.
Una vez más genial articulo Henry ¡que bueno que viniste!